martes, 21 de abril de 2009

Tocar

El tacto sirve para expresar emociones. Las relaciones que se establecen a partir de él pueden ir de lo muy simple a lo muy complejo, y bien llevadas son enriquecedoras. Se pueden dar, recibir, compartir experiencias; pero también es útil para quitar, para herir. Por eso los gatos somos cautelosos al permitir que alguien nos toque, pues aunque nuestra piel está cubierta de pelo, ejercitamos nuestra sensibilidad hasta hacerla sumamente aguda.
Todo esto es algo que los humanos no entienden. Tal vez sea cultural su torpeza de percepción, quizá en otras partes del mundo sí se detienen a sentir como se debe. Pero usualmente le dan un exceso de importancia absurdo a lo que ven, primero; a lo que oyen, después. Es un acto de imbecilidad de su parte, porque no son los sentidos que tienen más desarrollados: El que deberían aprovechar más es el tacto, y resulta que es al que menos atención le ponen, el que menos disfrutan.
Sobrevaloran lo visual, pero su vista es sumamente imperfecta. Se exponen hasta el delirio a lo auditivo, a la música en particular, pero su capacidad para oír frecuencias es pobre. Se les escapa todo lo que no está en ese limitado rango, cosas que no pueden ni imaginar. Así pues, no son capaces de oír el corazón palpitante de los demás, no pueden ver más que un color en el cielo, y no disfrutan tanto como deberían esa maravillosa piel que tienen: una piel hecha para sentir como ningún otro animal puede hacerlo.
Confieso que a veces me gustaría ser humano, para disfrutar de esa piel sin pelo que estorbe. Incluso aceptaría cubrirme con ropa. No imagino lo bien que se debe sentir tener esa piel y encontarse con otra igual... Pensar que se avergüenzan de su desnudez, no sé si merezca más ser calificado de ridículo que de patético.

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