lunes, 22 de marzo de 2010

¿Qué hace un gato...

si encuentra algo precioso?
Lo entierra en algún lugar secreto, que sólo el conozca, e irá a visitar su tesoro sólo cuando sepa que nadie lo vigila. Su deber es conseguir que nadie sospeche siquiera que él tiene algo que le importe. Lo cual, por supuesto, es muy raro.
¿Qué hace un gato si logra deshacerse de algo que detesta?
Igual lo entierra, con tanta urgencia que no se fija si alguien lo mira. Sabe que nadie se atreve a mirar algo que un gato oculta de sí mismo, porque no quiere ni verlo, y no soporta tenerlo cerca. Lo pone ahí para olvidarlo en el acto, para sepultarlo con la esperanza de que no resurja nunca más.
¿Y cuál de estas dos situaciones ocurre más a menudo?
Me rapo el pelaje si lo digo, pero puedo afirmar que pienses lo que pienses, estarás equivocado al respecto.

domingo, 21 de marzo de 2010

Conflictos con el espejo

En momentos como ahora me ahogo en el silencio. Te recuerdo a ti y a todos, fantasmas construidos a punta de aburrimiento, y me entran ganas de huir, de llorar, de gritar o matar a alguien.
Y si intento algo para que el silencio no me rompa los oídos, pronto me doy cuenta de que es igual; detrás de cualquier sonido, de cualquier ruido insignificante, el silencio se impone. Sólo consigo cubrirlo, pero no esconderlo: ahí está.
Me detengo en mi afán de huir ¿Hacia dónde? ¿De qué, si ya estoy lejos de todo? Tal vez el problema sea que mis ganas de escapar son, en el fondo, ganas de volver. Pero no puedo. No puedo porque no estoy en ningún lugar, ni vengo de ninguna parte. Aquí es igual que en cualquier lugar.
No me atrevo a llorar ni a gritar, por miedo. No me preocupa lo que digan los demás [no existe nadie más], lo que temo es que si me dejo llevar por ese arrebato descubra que soy ridículo a mí mismo. Que tal vez me odio y me desprecio. Y prefiero no intentarlo siquiera, porque no sabría que hacer ante esa situación.
En el fondo sé muy bien que haga lo que haga, esto no tiene remedio. El problema es que no puedo huir de mí mismo, por más que lo he intentado.
Mi cuerpo se cansa de dormir, y mi cabeza de pensar. Ideas deformes o incompletas discurren, insoportables, sobre cosas que no existen. Que no deberían existir. No puedo detenerlas, ni desmantelar la fábrica que produce semejantes engendros. Sólo puedo aspirar a creer que un día todo tendrá sentido.
Será el día en que deje querer de huir, cuando decida encontrarme y hacer las paces conmigo. Cuando pueda dejar de detestarme a ratos. Podré entonces dejar de pretender para empezar a ser ese que yo sé que soy, pero que todavía no encuentro.

Te soñé

El otro día, entre los pliegues confusos de mis sueños, apareciste. Vi tu rostro como no lo había visto nunca, al menos no así; tan joven y fresco, alegre.
Lamento decir que no entendí lo que me dijiste, sigo sin saber qué hacer con la bolsa de tu encargo. Olvidé las personas a las que debía entregar su contenido, que por otro lado no sé dónde quedó. Creo que nunca he sido bueno para este tipo de cosas.
Sólo me quedó claro que estabas bien: te vi sonriente, lejos de toda clase de problemas, sin arrastrar siquiera la sombra de esa oscura enfermedad que carcomía tu cuerpo.
Sí, definitivamente te veías bien; tanto, que olvidé por completo que habías muerto. Fue un gusto saludarte, aunque no fuimos, precisamente, muy cercanos. No te preocupes, le haré saber a todos los interesados en ti que te he visto, y que estás bien.

martes, 16 de marzo de 2010

Entre paredes de porcelana

La habitación es redonda y blanca, muy pequeña. Restriego mi piel contra la suavidad de las paredes, construidas en porcelana pulida, perfecta, intacta. Este cuarto no es muy alto, cerrado por todas partes, menos por el techo. Puedo asomarme a la orilla, un breve espacio me separa del borde.
Soy distinto. Líquido, caliente y oscuro. Mi consistencia es particular, no como la del agua, tan simple y escurridiza. No, yo tengo un cuerpo más espeso, en mi interior puedo sentir esencias casi místicas, destellos de sol que quedaron atrapados en la tierra de la que nací.
Desde esta habitación, diseñada sólo para mí, puedo asomarme para ver tus labios. Veo con detalle como los mojas, mi presencia desata tu deseo. Inundo tu pecho con mi aroma, tus ojos se emlebesan con mi cuerpo.
Eres tú quien inicia el encuentro. En nuestro ritual, tan íntimo, usas un instrumento. Alargado, de metal pulido y suave, lo sujetas entre tus dedos. Introduces un extremo cóncavo en mí. El contraste es un poco brusco, está demasiado frío, pero me acostumbro. Con paciencia me acaricias con él, remueves mi ser, hasta las más ínfimas partículas del fondo. Me gusta; me haces bailar al ritmo que deseas. Miras elevarse el vapor que desprendo, las luces de la alegría que atraviesan mi piel oscura.
No me añades nada, no cambias mi color, más oscuro que el de la tierra, ni me arrojas polvos que endulcen mi alma. Amargo soy, lo sabes; pero sincero y puro como no encontrarás a nadie.
Gigante, tomas entre tus manos este recinto circular que habito. Me inclinas hacia ti. Siento tu aliento sobre mí, sé que me hueles. Te gusto, me gustas.
Tómame ahora. Bébeme con paciencia, despacio, suave y dulcemente. Disfrútame como yo te disfruto a ti. Entro finalmente en tu cuerpo, por esta puerta que se abre para recibirme: suave, cálida, húmeda.
Cumplo en ti mi razón de ser, al deslizarme por tu interior, desaparezco.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Desperté asustado

Por alguna razón que no entiendo, porque no hay ninguna razón. Ningún sueño turbador me poseyó, ni he tenido sobresalto alguno.
Pero hoy por la tarde tuve miedo de abrir los ojos luego de dormir, no quise moverme. No quise ni siquiera decir "miau" para tranquilizarme...
No quise arriesgarme a escuchar mi propio miedo absurdo en mi voz.

martes, 9 de marzo de 2010

Breves obsesiones

Cuando un gato encuentra un juguete nuevo enloquece unos momentos por él. Por un lapso de tiempo nada más importa, salvo jugar. No nos preocupa hacer el ridículo, parecer demasiado tiernos, o provocar las risas de los humanos: Toda la atención se centra sobre el juguete.
Esta actitud tiene que ver la curiosidad, supongo, pero también con cierta voracidad. Al nuevo juguete hay que conocerlo, destriparlo, agotar todo su interés: es el impulso de obtener todo lo que puede ofrecer en el menor tiempo posible.
Pocas cosas resisten los embates de un gato. Aún cuando el objeto o la persona sobreviven, no logran permanecer en el interés del felino: Si algo no sucumbe a nosotros, pronto nos aburre.