martes, 31 de marzo de 2009

A veces hasta los gatos le tienen miedo a la muerte

A pesar de las siete vidas, con todo y las posibilidades infinitas. La muerte siempre puede suceder.
Por eso cierro los ojos, para no verla. Me duermo y sueño que sigo con vida.
Mientras ese sueño continúe estaré aquí.

lunes, 30 de marzo de 2009

Breves anotaciones con sueño

¿Qué es en lo primero que piensa un gato al despertar? Depende de la clase de sueño que haya sido, y de la clase de gato, por supuesto. Es del tipo de preguntas que le hago a mis novias (cuando las quiero), y a los que son cuates de veras. Yo creo que con interrogantes así es más fácil conocer a alguien.
Usualmente me levanto con sed, frío o hambre. No estoy molesto precisamente, pero sí aturdido. Cuando despierto bruscamente, al abrir los ojos casi puedo ver las imágenes que tenía en el sueño, como fantasmas esfumándose.
A menudo sueño que vuelo, o que me persiguen. O las dos cosas juntas. También sueño que soy grande y persigo perros, que los deshago de un zarpazo. Casi no sueño con gatitas, pero a veces sí. Luego despierto con la certeza de que he sido persona, que he caminado en dos patas, me he sentado y hablado como los humanos. Estoy seguro de que he interactuado con ellos sin que se dieran cuenta de que soy un gato. Me sucede muy amenudo, pero no deja de ser extraño.
Quizá de alguna extraña forma sea verdad, tal vez despierto soy gato, y dormido persona.
Por lo pronto creo que ya desperté casi por completo. Iré a desayunar en mi nuevo plato para leche.

sábado, 28 de marzo de 2009

¡Koalas radiactivos!

Seguramente me hicieron mal las pinches carnitas. Eso o me mal viajé con una película que vi sobre Hiroshima. El caso es que tuve un sueño extraño, y estoy seguro que, de alguna manera, es culpa del cerdito.
Soñé que en una base militar ultra secreta experimentaban con una mujer. Estaba encerrada en un cuarto, expuesta a radiactividad controlada. Un hombre se había enamorado de ella, y la sacó de la habitación blanca y cuadrada. Se contagió de radiactividad, mutaron en alguna cosa extraña: sus cuerpos se dilataron, se pusieron blancos, y salieron volando de la base, sin que las balas les hicieran daño al atravesar sus cuerpos.
Después la mujer, que había estado expuesta más tiempo a los contaminantes radiactivos, murió. El hombre entristeció muchísimo, deseó con todas sus fuerzas dejar de ser él, olvidar el dolor, etcétera etcétera. Entonces mutó nuevamente, se convirtió en un koala, y se fue a vivir a un zoológico. Ahora es muy feliz trepado en un eucalipto, rascándose su suave pelaje, y mirando a los niños con ojitos tiernos.
Entonces desperté; ese sueño era demasiado, hasta para mí. Pero me las va a pagar el miserable puerco, a mí no me conmueve su rosado color.

jueves, 26 de marzo de 2009

Alice y el puerco

El nombre de la joven con la que vivo desde mi naufragio etílico-frutal es Alicia, pero me gusta llamarla Alice. Es un poco como la niña del cuento de Lewis Carrol, por eso me encanta. Tiende a lo infantil, juega con plastilina, y tiene una maravillosa capacidad de asombro. Su figura es alta y delgada, sus rasgos finos, la piel de su espalda está ligeramente salpicada de pecas. Sin que ella se de cuenta, trato de contarlas en los breves momentos que las veo, después imagino formas, constelaciones.
Alice no vive con su madre, aunque la tiene cerca. Cuando sale de viaje me deja con ella. Eso no está mal, pero anoche sentí miedo. Alice habló con su madre por teléfono, le avisaba que aunque llegaría muy tarde de todas formas me iría a buscar. Marcó desde una caseta telefónica y se dio cuenta de que alguien la estaba escuchando. Le pidió al hombre que se alejara, cruzaron un par de palabras en tono agresivo, la llamada se cortó.
Pasada la media noche Alice llegó a la casa de su madre. Mientras la señora dormía, yo le seguía los pasos. La joven trataba de entrar, pero debía tener cuidado: Afuera había lobos. Las sombras cuadrúpedas se movían a su alrededor, en el silencio de la calle se escuchaban veloces sus uñas contra el pavimento.
Tenía que abrir una puerta de la casa, cuidando que no la alcanzaran los lobos, y que no pudieran entrar. Su madre le echa llave a por lo menos cinco de los seis cerrojos que tiene cada puerta. Mientras abría uno, sentía acercarse los lobos. Se daba la vuelta e intentaba en otra puerta, con otra cerradura. Estuvo intentando un rato hasta que logró abrir la puerta de atrás. Los ojos de los lobos brillaron con furia atrás de la malla que hay antes de entrar; cuando la cruzaron Alice estaba adentro. Aunque ella estaba a salvo, no fue la única que entró a la casa. Huyendo de los lobos la había seguido un cerdito. Su madre despertó al sentir que alguien había entrado a la casa, y Alice, cerdito en brazos, le explicó todo.
Quizá el lechoncito es demasiado pequeño como para que lo odie, pero no me simpatiza. Tierno y rosado en demasía, Alice (mi Alice) disfruta acariciar su pancita rosada, sentir los vellos rubios que el animal tiene en el vientre, y jugar con sus orejas. El cerdito no se mete conmigo, y más le vale que no me moleste, porque no dudaré en sacarle sangre a su piel porcina. A ver qué deciden con él, ojalá Alice se lo deje a su madre.
Por lo pronto voy a buscar unas carnitas, después del susto de anoche creo que lo merezco.

sábado, 21 de marzo de 2009

Sesión de preguntas y respuestas

¿Por qué los gatos caen siempre de pie?
Simple: Nosotros nunca perdemos el piso.

¿Por qué no les gusta mojarse?
Bueno, hay a quienes sí les gusta. Si los gatos son bien educados, y se les acostumbra a bañarse desde pequeños, llegan a disfrutarlo. Pero usualmente eso no sucede, y la aversión al agua tiene una explicación:
Los gatos, a diferencia de los humanos, no nos damos asco a nosotros mismos. Nos limpiamos a nuestra manera y eso es más que suficiente. En cambio, hay personas que apestan, no importa si se bañan tres veces al día y se echan encima el frasco de perfume. Están podridos por dentro. Eso sí es estar sucio.

¿Por qué los gatos son tan egoístas?
Porque somos perfectos. Algunos humanos se molestan con nuestra actitud porque no tienen amor propio y envidian el nuestro.

¿Por qué les gusta tanto comer y dormir?
Bueno, no es eso lo único que nos gusta. En general somos hedonistas, y disfrutamos los placeres de la vida justo como los humanos quisieran hacerlo y no pueden.
Ja, ja, y pensar que se creen nuestros dueños...
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Si tiene usted una duda o comentario para el gato, no dude en escribir. El felino responderá cuando pueda y tenga ganas, pero responderá...

miércoles, 18 de marzo de 2009

Instrucciones para acariciar a un gato

1.- Agarre suave y cariñosamente al gatito cuando esté relajado o busque compañía. Conviene aclarar que si lo rehuye, o no logra calmarlo, es mejor dejarlo libre. De lo contrario puede ganarse un buen rasguño.
2.- Colóquelo boca abajo sobre sus piernas, o en una superficie que no esté fría. La idea es que el gato esté cómodo.
3.- Acaricie suavemente su cabeza, y si observa que no opone resistencia, empiece a rozar delicadamente su nariz y mejillas. Hay que tener cuidado de no hacerlo con fuerza ni premura, o el gato se sentirá agredido. Si trata de irse, procure calmarlo, aunque si sus esfuezos son infructuosos mejor dejélo libre. Puede enojarse, e intentar morder o rasguñar.
4.- Continúe con el paso 3 hasta asegurarse de que el gato lo esté disfrutando. Esto se sabe por dos razones: Empieza a ronrronear muy bajito, y/o entrecierra los ojos con gesto de satisfacción.
5.- Una vez conseguido el paso 4, comience a deslizar la mano por la espalda del animal. Procure sentir la elasticidad de la columna vertebral, sin ejercer demasiada presión. Si escucha un "miau" de protesta, disminuya el ritmo y la fuerza de las caricias. Si ésto sucede comience de nuevo, más lentamente. La idea es encontrar, mediante la variación de velocidad y fuerza, el tipo de caricia que más agrade al gato en cuestión. Probablemente será una combinación de dos o más tipos, aunque nunca llegan a ser más de cuatro. Se sabe cuando ha encontrado la caricia adecuada porque el ronrroneo del gatito se incrementa hasta un punto a partir del cual es sostenido.
6.- Una vez que consiguió que el gatito ronrronee de forma continua, disminuya lentamente el ritmo de la caricia en su espalda. Esto es para que no se aburra el minino, ni empiece a sentirse molesto.
7.- Muy cuidadosamente de la vuelta al gato, de modo que quede con la barriga hacia arriba. Nuevamente empiece a acariciarlo con suavidad. En esta etapa hay que extremar precauciones, pues la pancita de los felinos es especialmente sensible, de modo que cualquier brusquedad puede ser motivo de protesta.
8.- Utilice la otra mano para entretener al gato. Usualmente cuando se los pone boca arriba se muestran juguetones, buscan rasguñar y morder cariñosamente. Hay que ser cuidadosos porque este de juego se puede tornar repentinamente en una forma agresiva de protesta.
9.- Disminuya poco a poco el ritmo. La etapa de caricias en la panza debe durar menos que la correspondiente a la espalda, debido a que la sensibilidad de los gatitos conlleva a su fácil irritación.
10.- Finalmente vuelva a colocar al gato boca abajo, acaricie brevemente la espalda, y retírese sin mayor miramiento. La idea es no atosigar al gato, sino dejarlo con una grata impresión para que la próxima vez se muestre dispuesto, o incluso sea él quien lo busque a usted para una sesión de caricias.

sábado, 14 de marzo de 2009

Busco canciones

Cuando era pequeño, no más que un cachorrito recién nacido, viví en una casa grande y lujosa. Antes de eso, alguna tragedia gatuna le debió ocurrir a mi madre, porque no la conocí. No sé si tengo hermanos, yo crecí como hijo único. En esa casa, que recuerdo inmensa, era tratado como un príncipe. Seguramente hubiera sido feliz de no haber sido por el detalle que ya comenté alguna vez: Creían que era gatita.
Lo que recuerdo con nostalgia es la música que escuchaba durante horas, todos los días, sin aburrirme nunca: Jazz, blues, sonidos de trompetas y pianos; a veces festivos, otras lánguidos... Vi muchas veces esos discos, pero no recuerdo cómo se llaman. Entonces no sabía leer, ni soñaba con tener un blog.
Últimamente escucho esas notas en sueños. Inundan mi espíritu, y despierto con una ansiedad terrible. Necesito oírlas de nuevo, pero no sé exactamente cuáles son. He estado buscándolas, por supuesto. Algunas canciones me calman, pero no estoy satisfecho. Debo encontrar aquéllas canciones, no puedo seguir pensando en ellas tanto tiempo.
Se aceptan sugerencias, por supuesto. Incluso propongo una recompensa:
¿Qué tal unos deliciosos marcianitos en lata a quien me ayude a encontrar las canciones indicadas?
Es una oferta irresistible, lo sé...

miércoles, 11 de marzo de 2009

Naufragio

No lo vuelvo a hacer. En serio. Aunque no era fanático de los licores de frutas, ahora pensar en duraznos me produce dolor... y náuseas. No puedo saber qué sucedió, pero si lo que viví fue un mal sueño inducido por mi estado de ebriedad, prefiero esa versión. Creo que no soportaría otra, aunque fuera real.
Una noche entré a una bodega muy sola. Bebí de varias botellas de licor de durazno, luego de que les caí encima a propósito. Bebí y bebí, hasta que ya no supe quién era.
Cuando desperté estaba solo, abandonado en una barca en medio del mar. No sé cuánto tiempo estuve ahí antes de despertar por primera vez, después me desvanecí por lapsos que me parececieron infinitos. Sentí sed, y al probar el agua encontré que no era salada. Estaba en un mar formado con la pulpa de millones de duraznos maduros.
Al amanecer el sol era casi blanco, el mar estaba en calma. Conforme el día avanzaba las aguas se hicieron turbulentas, el sol adquirió matices rojos, y las nubes se reunieron casi sospechosamente.
Para el atarceder el mar estaba furioso, el calor había fermentado la pulpa, de modo que su perfumado aroma alcohólico terminó por embriagarme. Caí de la barca, traté de mantenerme a flote, pero la consistencia de la marea era demasiado densa y pegajosa como para luchar mucho tiempo. Me lastimé al llegar al fondo, que estaba formado por miles de semillas de durazno, terriblemete duras y filosas.
Dejé que la corriente me llevara, no supe nada más. Seguramente me arrastró e hirió entre las semillas del fondo, hasta dejarme tirado, casi muerto en la orilla del mar. Cuando desperté tenía mucha hambre y sed, mi piel estaba cubierta de heridas, tenía una pata lastimada, un ojo cerrado, una uña infectada. Pero estaba en el departamento de una linda joven que cuidaba de mí. Por eso es que no había podido escribirles.

lunes, 2 de marzo de 2009

Niños: Pros/Contras

Tengo problemas para relacionarme con los niños. Por una parte me agradan, por otra me aterran. No creo que sea como una relación amor/odio, o sadomasoquista, pero de todas formas es un asunto complicado.
Analicemos, primero, los pros:
1.- Son divertidísimos, sus juegos son muy interesantes. Como los dioses en miniatura que son, crean mundos y realidades alternas. Pasan todo su tiempo en ese espacio ficticio, que no necesariamente es feliz, puede ser terrible. De todas formas, es de lo más entretenido observarlos, tratando de adivinar lo que imaginan.
2.- Suelen tener comida y compartirla con el lindo gatito que se les acerca (o sea yo). Cuando son muy pequeños, a menudo tienen la boca embarrada con restos de comida. Entonces, cuando se duermen, uno puede aprovechar esos restos, y de paso limpiarlos. No, no es asqueroso. Al contrario, la piel de esos niños es taaan suave, que merece ser lamida. Sobre todo si acaban de comer galletitas con leche. Yummy.
3.- No les molesta si uno se sube a los muebles, incluso permiten que uno duerma en su cama.
4.- A menudo sus papás les leen cuentos, y uno puede sentarse discretamente a escuchar literatura fantástica.
5.- No ven cosas aburridas en la T.V
Ahora, van los contras:
1.- Lo peor que le puede pasar a un gato, además de que lo alcance un perro, es caer en manos de un niño. No saben cargar, son bruscos, apretan, gritan, babean, desacomodan el pelaje, jalonean, y encima de todo quieren que uno ronrronee de gusto.
2.- Pueden ser muy insistentes, a veces molestan tanto que no se puede dormir a gusto en ninguna parte de la casa.
3.- Tienen cierta inclinación a ponerle cosas ridículas a sus mascotas. Pueden amarrarte un gorrito en la cabeza, o intentar ponerte botas, playeras, moños, etcétera. ¡Es tan pero tan vergonzoso!
4.- Nunca hacen caso cuando uno los llama
5.- Les gustan los perros
Así las cosas, no sé si mudarme con la familia de un caricaturista cuyo domicilio acabo de descubrir. Tiene un hijo pequeño, de 6 años.