sábado, 28 de marzo de 2009

¡Koalas radiactivos!

Seguramente me hicieron mal las pinches carnitas. Eso o me mal viajé con una película que vi sobre Hiroshima. El caso es que tuve un sueño extraño, y estoy seguro que, de alguna manera, es culpa del cerdito.
Soñé que en una base militar ultra secreta experimentaban con una mujer. Estaba encerrada en un cuarto, expuesta a radiactividad controlada. Un hombre se había enamorado de ella, y la sacó de la habitación blanca y cuadrada. Se contagió de radiactividad, mutaron en alguna cosa extraña: sus cuerpos se dilataron, se pusieron blancos, y salieron volando de la base, sin que las balas les hicieran daño al atravesar sus cuerpos.
Después la mujer, que había estado expuesta más tiempo a los contaminantes radiactivos, murió. El hombre entristeció muchísimo, deseó con todas sus fuerzas dejar de ser él, olvidar el dolor, etcétera etcétera. Entonces mutó nuevamente, se convirtió en un koala, y se fue a vivir a un zoológico. Ahora es muy feliz trepado en un eucalipto, rascándose su suave pelaje, y mirando a los niños con ojitos tiernos.
Entonces desperté; ese sueño era demasiado, hasta para mí. Pero me las va a pagar el miserable puerco, a mí no me conmueve su rosado color.

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