No lo vuelvo a hacer. En serio. Aunque no era fanático de los licores de frutas, ahora pensar en duraznos me produce dolor... y náuseas. No puedo saber qué sucedió, pero si lo que viví fue un mal sueño inducido por mi estado de ebriedad, prefiero esa versión. Creo que no soportaría otra, aunque fuera real.
Una noche entré a una bodega muy sola. Bebí de varias botellas de licor de durazno, luego de que les caí encima a propósito. Bebí y bebí, hasta que ya no supe quién era.
Cuando desperté estaba solo, abandonado en una barca en medio del mar. No sé cuánto tiempo estuve ahí antes de despertar por primera vez, después me desvanecí por lapsos que me parececieron infinitos. Sentí sed, y al probar el agua encontré que no era salada. Estaba en un mar formado con la pulpa de millones de duraznos maduros.
Al amanecer el sol era casi blanco, el mar estaba en calma. Conforme el día avanzaba las aguas se hicieron turbulentas, el sol adquirió matices rojos, y las nubes se reunieron casi sospechosamente.
Para el atarceder el mar estaba furioso, el calor había fermentado la pulpa, de modo que su perfumado aroma alcohólico terminó por embriagarme. Caí de la barca, traté de mantenerme a flote, pero la consistencia de la marea era demasiado densa y pegajosa como para luchar mucho tiempo. Me lastimé al llegar al fondo, que estaba formado por miles de semillas de durazno, terriblemete duras y filosas.
Dejé que la corriente me llevara, no supe nada más. Seguramente me arrastró e hirió entre las semillas del fondo, hasta dejarme tirado, casi muerto en la orilla del mar. Cuando desperté tenía mucha hambre y sed, mi piel estaba cubierta de heridas, tenía una pata lastimada, un ojo cerrado, una uña infectada. Pero estaba en el departamento de una linda joven que cuidaba de mí. Por eso es que no había podido escribirles.
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Me han pasado cosas parecidas, y eso que no soy un gato. Saludos y por acá ando.
ResponderEliminarAy gatito gris a veces cosas así pasan por egoistas y no compartir el licor con los amigos. No crees? :D
ResponderEliminarSe me hace que sí, pero han de haber sido esos cabrones los que me dieron semejante arrastrada. Con cuates así, ¡para quiero enemigos! En fin, lo bueno, es que ahora me mima una niña linda y ñoña en una csa nice. Ahh, qué buena vida es esta. De pasar a los basureros a comer salmón, no cualquiera, eh?
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