Lamento decir que no entendí lo que me dijiste, sigo sin saber qué hacer con la bolsa de tu encargo. Olvidé las personas a las que debía entregar su contenido, que por otro lado no sé dónde quedó. Creo que nunca he sido bueno para este tipo de cosas.
Sólo me quedó claro que estabas bien: te vi sonriente, lejos de toda clase de problemas, sin arrastrar siquiera la sombra de esa oscura enfermedad que carcomía tu cuerpo.
Sí, definitivamente te veías bien; tanto, que olvidé por completo que habías muerto. Fue un gusto saludarte, aunque no fuimos, precisamente, muy cercanos. No te preocupes, le haré saber a todos los interesados en ti que te he visto, y que estás bien.
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miaus