Ahora eres nuevamente ese astro que gravita lejos. Pero ya no te admiro con ojos embobados, tengo mi propia órbita. Ya no sueño ese universo danzando en tus ojos de sol quemado, de hormigas de fuego. Ahora yo mismo soy una estrella a punto de explotar. Me llegan tus destellos y rayos infrarrojos, pero no cedo al magnetismo. No hay tal.
A veces te adivino en otros ojos, pero no eres tú. En ocasiones ciertos lejanos fantasmas tuyos se me aparecen en visiones diurnas, aunque me asusto un instante, se esfuman. No es nada.
Las burbujas siguen ahí, pero ya no se me antoja el alma-soda de los que comen algodón de azúcar, con la ilusión de que sabe a sangre. Sin embargo me queda cierto gusto dulce-amargo, cierta curiosidad. Ya no veo los cables de cobre en tu rostro, pero sé que en algún momento fueron convertidos en acero.
Ahora como panes hechos con grano molido de café, envueltos en periódicos de antaño. A veces, como las galletitas de la suerte, tienen papelitos adentro, que guardan verdades con las que ni alucinas, aunque tampoco yo las entiendo del todo. Hace falta un poco de tinta en mis dedos, ya vendrá.
Bebo té verde, escucho un blues que me recuerda no sé qué misterio perdido, mientras un grito es arrancado del fondo de mi pecho. Los latidos de mi corazón rojo siguen tejiendo cuentos, y sé que algún día los contaré. Mientras tanto, me sumerjo en helado de chocolate, no importa si se me entumen los dedos de los pies. Del otro lado me espera un ser de arena, busco su orilla porque ahí puedo ahogarme feliz.
domingo, 12 de abril de 2009
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miaus