miércoles, 22 de abril de 2009

Lío de perros

Dicen que el Mandraque mató al Pancho, y que por eso lo mataron a él.
Explico:
El Mandraque, también conocido como Mañas, era un Bull Dog que vivía en un barrio cerca de aqui, donde yo solía vagar antes de que Alice me encontrara. Era bruto y agresivo a más no poder. Aunque bastante torpe, fue él quien acabó con muchos de mis amigos gatunos, especialmente después del episodio de la Rata.
Una familia numerosa habita gran parte de los cuartos de la vecindad donde él vivía. Un piso arriba estaba Pancho, un perrito inocente y bonachón, muy ruidoso, pero inofensivo. Ahí llegábamos los gatos a asaltar los botes de basura, sin preocuparnos por Pancho, pero con mucha cautela por el Mañas. Casi nunca lo dejaban subir, pero no se podía cruzar por el patio, porque aunque el Bull Dog dormía mucho, al descubrir cualquier cosa en sus terrenos podía dar muy buenas corretizas.
Como no he visto al puerco me aburro, entonces fui a dar una vuelta por viejos rumbos. Ahí me contaron que el Mandraque consiguió subir las escaleras, y agarró al pobre Pancho desprevenido. Le encajó sus mandibulotas en el cuello, empezó a sacudirlo de modo salvaje. La dueña de Pancho trató de defenderlo, le pegó al Mañas con una pala en la cabeza. Hasta le rajó media cara en medio de los ojos, pero no consiguió que lo soltara. Cuando lo dejó ya estaba medio muerto.
No era la primera vez que el Mandraque hacía algo así. Ya había matado a otros perros (es memorable el caso de unos chihuahueños que andaban perdidos), y a muchos gatos, no sólo callejeros, sino de los vecinos. Una vez, incluso, intentó atacar a un niño pequeño. Por eso sus dueños decidieron sacrificarlo, lo llevaron al veterinario y le pusieron una inyección.
Miserable perro, murió dormidito y sin dolor. Pero de todos modos los gatos del barrio van a hacer fiesta.

martes, 21 de abril de 2009

Tocar

El tacto sirve para expresar emociones. Las relaciones que se establecen a partir de él pueden ir de lo muy simple a lo muy complejo, y bien llevadas son enriquecedoras. Se pueden dar, recibir, compartir experiencias; pero también es útil para quitar, para herir. Por eso los gatos somos cautelosos al permitir que alguien nos toque, pues aunque nuestra piel está cubierta de pelo, ejercitamos nuestra sensibilidad hasta hacerla sumamente aguda.
Todo esto es algo que los humanos no entienden. Tal vez sea cultural su torpeza de percepción, quizá en otras partes del mundo sí se detienen a sentir como se debe. Pero usualmente le dan un exceso de importancia absurdo a lo que ven, primero; a lo que oyen, después. Es un acto de imbecilidad de su parte, porque no son los sentidos que tienen más desarrollados: El que deberían aprovechar más es el tacto, y resulta que es al que menos atención le ponen, el que menos disfrutan.
Sobrevaloran lo visual, pero su vista es sumamente imperfecta. Se exponen hasta el delirio a lo auditivo, a la música en particular, pero su capacidad para oír frecuencias es pobre. Se les escapa todo lo que no está en ese limitado rango, cosas que no pueden ni imaginar. Así pues, no son capaces de oír el corazón palpitante de los demás, no pueden ver más que un color en el cielo, y no disfrutan tanto como deberían esa maravillosa piel que tienen: una piel hecha para sentir como ningún otro animal puede hacerlo.
Confieso que a veces me gustaría ser humano, para disfrutar de esa piel sin pelo que estorbe. Incluso aceptaría cubrirme con ropa. No imagino lo bien que se debe sentir tener esa piel y encontarse con otra igual... Pensar que se avergüenzan de su desnudez, no sé si merezca más ser calificado de ridículo que de patético.

domingo, 19 de abril de 2009

Y Dios creó el blog...

Y vio que era bueno. Y creó entonces al
escriblogro: un engendro emplumado, a medio camino entre
carne de psicoanálisis, monólogo interior y editorialista.
Jorge Harmodio

jueves, 16 de abril de 2009

Necesito cuentos

No es sólo que me gusten los cuentos, es más que eso.
Yo requiero cuentos para poder existir.
Soy alguien que necesita de los cuentos, son como el agua que reclaman mis huesos para calmar su sed.
Los cuentos cruzan mi ser; lo describen, inventan y reescriben.

martes, 14 de abril de 2009

Mientras naufraga, me asomo

Estaba sobre el asiento verde, sin prestar atención al transcurso de las estaciones de metro. Tenía la cabeza baja. Las cejas ligeramente alzadas enmarcaban una mirada perdida. En el fondo oscuro del lago de sus ojos se reflejaban un par de lunas claras, aunque tristes.
De pronto sus labios carnosos se entreabrían. Sin darse cuenta dejaba escapar sus pensamientos entre los dientes, de manera inaudible. Tan dentro de sí estaba, tan lejos de su más cercano entorno, que se podían leer las palabras mudas en sus labios sin que lo notara. Mirar su rostro fijamente no le molestaba, ni siquiera lo advertía.
"Cómo te lo digo..."
"Ya pasó"
"No, no fue así"
De pronto se detenían sus labios, pero sus ojos cambiaban la mirada de dirección, varias veces. Como si le estuviera siguiendo la pista a sus propias ideas, como si mirara el mapa de sus pensamientos. En la búsqueda de una respuesta teje una maraña de dudas.
Por eso me gustan quienes hablan solos. Sin quererlo permiten asomarse a su fondo, donde con frecuencia se ahogan.

lunes, 13 de abril de 2009

Segundo round

El puerco sabe, y yo sé que él sabe, pero nos hacemos mensos los dos. No tengo claro si me guarda rencor por lo del café, o es precisamente porque ya no le doy que me detesta. El caso es que la guerra ha comenzado.
Jugábamos inocentemente en el garage, y traté de hacer que el puerco se tirara encima una pesada caja de herramientas sin que se diera cuenta. Pero me salió el tiro por la culata. Aunque el miserable fingía no darse cuenta de nada, terminó haciendo que la caja cayera sobre mí.
Debido a mis reflejos gatunos pude eludir la peor parte, pero de todos modos una llave cayó sobre una de mis patitas. Miré al cerdo con odio, empecé a llorar con toda la desgarradora ternura de que soy capaz. Me duele reconocer esto, es patético haber hecho algo así, fingir el llanto siempre es deleznable, es bajo hasta para mí... pero era necesario.
Alice vino corriendo, me vio tirado como mártir, con las herramientas encima, y el puerco culpable al lado. Nos miró con gesto extraño, creo que intuye que hay algo raro en todo esto. Finalmente su consabida solidaridad para con los animales la movió a llevarme al veterinario.
Ellos no me agradan, siempre te dejan doliendo algo, y como yo no me dejo manipular por esos carniceros, me drogan para que no pueda defenderme. Cuando abrí los ojos tenía la pata vendada, tan apretada que me molestaba. Alice me regañó cuando traté de quitármela, y aunque lo he intentado insistentemente no he podido terminar de safar mi pata. La anestesia me puso el olfato muy sensible, perdí el apetito (cualquiera que me conozca sabe que eso es preocupante) y hasta náuseas me dieron.
Pero me las va a pagar ese malvado puerco, no saldrá ileso la próxima vez...

domingo, 12 de abril de 2009

Recuerdo robado... otra vez

Ahora eres nuevamente ese astro que gravita lejos. Pero ya no te admiro con ojos embobados, tengo mi propia órbita. Ya no sueño ese universo danzando en tus ojos de sol quemado, de hormigas de fuego. Ahora yo mismo soy una estrella a punto de explotar. Me llegan tus destellos y rayos infrarrojos, pero no cedo al magnetismo. No hay tal.
A veces te adivino en otros ojos, pero no eres tú. En ocasiones ciertos lejanos fantasmas tuyos se me aparecen en visiones diurnas, aunque me asusto un instante, se esfuman. No es nada.
Las burbujas siguen ahí, pero ya no se me antoja el alma-soda de los que comen algodón de azúcar, con la ilusión de que sabe a sangre. Sin embargo me queda cierto gusto dulce-amargo, cierta curiosidad. Ya no veo los cables de cobre en tu rostro, pero sé que en algún momento fueron convertidos en acero.
Ahora como panes hechos con grano molido de café, envueltos en periódicos de antaño. A veces, como las galletitas de la suerte, tienen papelitos adentro, que guardan verdades con las que ni alucinas, aunque tampoco yo las entiendo del todo. Hace falta un poco de tinta en mis dedos, ya vendrá.
Bebo té verde, escucho un blues que me recuerda no sé qué misterio perdido, mientras un grito es arrancado del fondo de mi pecho. Los latidos de mi corazón rojo siguen tejiendo cuentos, y sé que algún día los contaré. Mientras tanto, me sumerjo en helado de chocolate, no importa si se me entumen los dedos de los pies. Del otro lado me espera un ser de arena, busco su orilla porque ahí puedo ahogarme feliz.

miércoles, 8 de abril de 2009

Primer intento: Sobredosis

La primera hipótesis plausible que se me ocurrió para acabar con el puerco sin parecer culpable fue drogarlo y hacer que muriera de sobredosis o que se suicidara involuntariamente. Eso ya ha pasado, digo, ahí está la experiencia de mi amiga la rata. Además tenía el plus de que podría esquivar la culpa en caso de que se presentara: En todo caso el puerco habría muerto feliz.
Debo decir que me fue difícil decidir con qué lo drogaría, hay cosas que no le desearía a nadie, ni siquiera a ese puerco miserable. De modo que no recurrí a las drogas duras, quise ser más creativo. Lo que no quiere decir que fuera sencillo.
Atasqué la cafetera con una carga casi imposible, cerca de medio kilo de grano de café puro molido en una máquina para doce tazas. No sé si podría llamarle líquido a lo que obtuve de ahí, parecía más espeso que el aceite. Era casi como caramelo. Con la ayuda de un biberón atiborré al cerdito con eso. Fue tal su gesto de repulsión que temí que vomitara, pero no. Se aguantó y al rato tenía un torbellino rosado corriendo en todas direcciones como loco, dando gritos espantosos.
Primero pensé que la congestión arterial lo mataría de un infarto o algo así. Luego creí que moriría antes por la cantidad de golpes que se autoinflingía al chocar terriblemente con paredes y árboles. Alice no sabía qué hacer; su madre estaba segura de que un demonio había poseído al tierno animalito.
Después de tres horas de gritos, carreras y golpes, el cerdito se detuvo en seco, emitió un chillido tan horrible que hizo que los vecinos salieran de sus casas a ver de qué se trataba, y se tiró patas arriba. Estaba todo golpeado, sangraba de algunas partes. Pensé que podría darme por satisfecho, pero Alice lo llevó al veterinario, y lo salvaron. El cerdito no se acuerda de todo, pero parece que lo pasó muy bien. Constantemente me busca para que le de más de ese potente brebaje. No pienso volver a darle, a ver qué otra cosa se me ocurre. Espero que si no logro matarlo, al menos sirva para que me divierta tanto como esta vez.
_______
Si usted tiene alguna idea para acabar con el cerdito, no dude en sugerirla en este espacio. Todas sus aportaciones serán por demás agradecidas.

viernes, 3 de abril de 2009

Nuevo juego

El puerco y yo tenemos muy buena relación. Al menos eso es lo que parece. Lo veo cada tres o cuatro días, cuando Alice va a visitarlo a casa de su madre, y me lleva. Lo correteo por toda la casa, o me persigue él a mí. Hemos de ser tiernos hasta lo repulsivo. Pero nadie conoce mi secreto propósito...
Después de que perdí a mi estimada amiga rata y a mi novia en accidentes, no tengo nada interesante para distraerme. A parte de observar a Alice, por supuesto. Por eso me he propuesto deshacerme del puerco. Suena muy cruel, sí, pero el saco de carnitas no es entretenido si no se lo mira desde el lado perverso. Es demasiado torpe y tierno para mí. No entiende de nada, sólo busca jugar, comer y dormir.
He pensado en corretearlo hasta hacer que se pierda, y golpearlo si intenta volver. Pero el cerdito es muy huidizo, me cuesta mucho alcanzarlo. No quiero fallar al intentarlo un día, eso hará que me pierda la confianza.
La otra es hacer que se caiga cuando juguemos en la azotea, o ponerle una trampa con los perros. En fin, me entretendré pensando en eso los próximos días. Tal vez ni siquiera me atreva a hacerle nada, aunque hay veces que me gustaría acabarlo a zarpazos. Podría ser incluso que termine como plato fuerte en alguna cena antes de que yo intente siquiera cualquier cosa.