Mala idea salir tan tarde en la noche. Tomar de más. Perderte en un barrio desconocido. Dejar embarrada la camisa en la barda de la calle porque apenas eres capaz de sostenerte en pie e impedir que tu cuerpo se derrumbe sobre los vidrios rotos que no puedes ver, pero que sientes crujir en tus zapatos. La oscuridad tampoco atrofia tu nariz y percibes muy bien la peste a orines.
Se oye un ruido. Parece que alguien anda entre la basura. Tal vez un vagabundo loco te mate para quitarte lo que te queda de ropa. Volteas y ves un par de ojos amarillos, diabólicos, clavados en ti. Gritas del susto y después te sientes un poco ridículo.
Soy yo, no te espantes. Sí, me divierte tu cara de miedo. Me gusta intimidarte. Hacerte saber que te estoy vigilando. Lo que te asusta de mis ojos no es su brillo, sino su mirada. Te sientes desarmado, desnudo. Como si supiera quién eres y cómo llegaste aquí. Por supuesto, estabas demasiado ebrio para notar que he estado siguiéndote.
Sí, vete. Mejor corre. Regresa a casa antes de que amanezca. No sea que me convierta en tigre y te devore. No sea que te hipnotice y pierdas la razón. Pero no vayas tan rápido... ¿no piensas regresar por tu zapato? ¡Te vas a lastimar un pie!
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miaus