Quiso el hombre saber y saberlo todo. Por eso leyó durante años todo lo que pudo sobre literatura y ciencia, hasta que comprendió que era imposible. Esta certeza le alteró los nervios y no pudo volver a dormir.
Se echó a correr el hombre y, en su locura, deseó al menos ver todo el mundo. Anduvo caminando muchos años y aprendió muchas más cosas que en sus libros. Entre ellas, que no le darían sus pasos para cubrir la faz de la tierra.
Esta verdad lo hizo llorar hasta desear morir. Entonces vino una mujer a consolarlo. La hembra descubrió en su cuerpo una alegría que él nunca en su vida había conocido, por eso le hizo el amor día y noche, hasta que semanas después supo que tendría un hijo.
El hombre fue feliz hasta el día del alumbramiento: el niño nació muerto. En ese momento se arrepintió de todos sus deseos, menos uno. Se colgó de un árbol y, mientras avanzaba por un túnel negro hacia la luz de la muerte, pudo ver que del otro lado había un hombre que lo sabía todo de él porque estaba leyendo su vida en un cuento:
Que había querido saberlo todo, que había querido ver todo el mundo, que había deseado morir, que había amado a una mujer y que había acabado por suicidarse.
Supo que ese hombre era él mismo, en otro tiempo, cuando sucumbió a la locura de querer saber. Comprendió que ya desde antes lo había sabido todo, pero nada pudo hacer porque, en ese preciso momento,
la historia llegó a su final.
miércoles, 18 de enero de 2012
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