miércoles, 23 de noviembre de 2011

Amarrarte

Voy a descubrir tu nombre oculto, desconocido. Lo voy a pronunciar con la voz más gutural que salga de mis entrañas: entonces vas a estremecerte y te venceré, porque serás mía. Me pertenecerás en un maullido, querida.
Será como tomarte la medida y atarla a mi cintura, como hacían antes las abuelas/brujas, cuando eran señoras de los montes y las selvas y volaban (vuelan) sobre las estrellas de la madrugada.
Yo no te atormentaré como ellas (aunque puedo hacerlo, pues también tengo garras). A la muñeca de barro que de ti hice no será necesario amarrarle uno de tus largos y oscuros cabellos: bastará colgarle el sonido del nombre tuyo, que hasta tú ignoras, para que te quedes aquí conmigo.
No es culpa mía, corazón. Fuiste tú quien lo empezó todo. Es como si en mí enterraras algo cada vez que me siembras la piel con tu tacto. Lo que me dejas son recuerdos, pedacitos sueltos del alma tuya que, a fuerza de juntarlos, me revelarán tu nombre secreto. Tu nombre del sol, de estrella; el sonido que nombra el firmamento oculto en tu pecho.
Voy adivinándolo. Voy imaginándolo. Voy... Cuídate porque ahí voy.

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