Quiero y sé que puedo. Lo haré. Voy a disolverme en un cóctel y me beberé a mí mismo. Puedo sentirme atravesando mi garganta; soy un trago largo y aterciopelado, embriagador.
Soy un cosquilleo en mi lengua. Mi sabor es de metal y de noche; de ausencia y frío, con destellos de ansiedad.
En cada trago muero, pero también renazco, ebrio de mí mismo. Un sorbo equivale a un beso muy profundo, tan sincero que hiere.
Beberé de mí hasta la euforia, hasta el dolor. Beberé hasta perderme, olvidarme. Beberé para saber quien soy, para encontrarme al despertar renovado y fresco.
Beberé de mí porque soy lo único suficientemente bueno como para satisfacerme.
sábado, 2 de octubre de 2010
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miaus