Después de vagar unas semanas he encontrado un vecindario peculiar. En él hay, entre calle y calle, una tapia que atraviesa los patios de las casas. Puedo seguir esa línea recta, asomarme de patio en patio, y satisfacer mi curiosidad con los secretos que guardan. De esta manera todas las casas son mías, mi puerta de entrada son sus jardínes, que a menudo me parecen bosques o selvas.
Mientras exploro en busca de lugares cómodos y variados, aprovecho para comer. Algunas veces robo la comida de los gatos caseros que han salido a dar una vuelta, otras hurgo en la basura en busca de un buen bocado.
Podría pensarse que es tarea de haraganes, pero tiene sus riesgos. Nunca se sabe de dónde puede salir un perro, un gato dispuesto a defender su plato de Whiskas, o un vecino diestro en el arte de disparar zapatos o dar golpes con la escoba.
Es el punto medio perfecto para mí, que no busco un hogar fijo todavía. La única desventaja es que cuando tengo ganas de que me den una caricia, no tengo a nadie cerca que me la prodigue.
viernes, 31 de julio de 2009
viernes, 24 de julio de 2009
Al acecho
No soy un pequeño gato que ha subido a jugar en la azotea, sino una pantera que acecha a su presa. En mi piel se refleja la noche, sin estrellas. De mis ojos brota el fulgor asesino del deseo. Camino sigiloso entre la selva; siembro mi huella en la tierra húmeda, escucho atento el verde rumor del viento entre las hojas.
De pronto me agazapo, miro alerta. Rujo y doy un salto. Atrapé el sueño que ha de alimentarme. Entre mis colmillos se desangra, hasta que logro hacerlo mío por completo. Finalmente, lamo mis garras para quitarles hasta el último resto de su sabor metálico.
Ahora puedo dormir, debo prepararme para la siguiente cacería. La misma apuesta: matar o morir.
De pronto me agazapo, miro alerta. Rujo y doy un salto. Atrapé el sueño que ha de alimentarme. Entre mis colmillos se desangra, hasta que logro hacerlo mío por completo. Finalmente, lamo mis garras para quitarles hasta el último resto de su sabor metálico.
Ahora puedo dormir, debo prepararme para la siguiente cacería. La misma apuesta: matar o morir.
viernes, 17 de julio de 2009
El llanto: sus motivos
Los gatos no lloran. Puede que se entristezcan, pero nunca lloran. Y si llegan a hacerlo es siempre, desde que son unos cachorritos, por la misma razón: el hambre.
El llanto de un felino consiste únicamente en una serie de sonidos lastimosos, pues son físicamente incapaces de producir lágrimas. [Entre los de nuestra especie, las lágrimas son señal inequívoca de enfermedad] Cuando crecen, los gatos aprenden a emitir ese ruido para obtener comida de los humanos a su alrededor. Esta acción no deteriora su orgullo si con ella logran su objetivo, lo cual prueba al menos dos cosas:
1.- No conocen las normas de ética
2.- Pueden dejar de ser arrogantes si eso les conviene
Pese a la evidencia anterior, sé de un gato que murió llorando. Algunos dicen que lo mató la tristeza, pues rechazaba los alimentos. Lo que no saben es que no podía satisfacer su apetito con eso. Lo que aquel gato tenía era hambre de sí mismo.
Lástima. Algunos sí podemos satisfacernos. Otros no.
El llanto de un felino consiste únicamente en una serie de sonidos lastimosos, pues son físicamente incapaces de producir lágrimas. [Entre los de nuestra especie, las lágrimas son señal inequívoca de enfermedad] Cuando crecen, los gatos aprenden a emitir ese ruido para obtener comida de los humanos a su alrededor. Esta acción no deteriora su orgullo si con ella logran su objetivo, lo cual prueba al menos dos cosas:
1.- No conocen las normas de ética
2.- Pueden dejar de ser arrogantes si eso les conviene
Pese a la evidencia anterior, sé de un gato que murió llorando. Algunos dicen que lo mató la tristeza, pues rechazaba los alimentos. Lo que no saben es que no podía satisfacer su apetito con eso. Lo que aquel gato tenía era hambre de sí mismo.
Lástima. Algunos sí podemos satisfacernos. Otros no.
jueves, 16 de julio de 2009
Reunir el valor
Conozco un escritor muy cobarde. No ha publicado un solo libro, aunque continuamente inventa historias; ya sea para explicarse el mundo, o para sobrevivir a la cotidianeidad.
Su mayor triunfo es negarse a luchar esa batalla, en vez de asumir el riesgo de perderla. Teme mucho que su primer obra defraude sus expectativas, y que después no tenga tiempo de escribir algo mejor. Así que prefiere no hacer nada.
De vez en cuando reúne algunos fragmentos de sí, dispersos en papelitos que llena de anotaciones azarosas. Entonces es como si se mirara desnudo en los pedazos de un espejo roto. No sé que es lo que siente, pero me consta que, aunque después los esconda con premura, continuamente busca entre sus papeles sueltos algunas notas que le sirvan para construir otro reflejo de sí.
Tal vez un día encuentre uno con el suficiente valor para escribir su libro. Ojalá que le de tiempo de hallarlo.
Su mayor triunfo es negarse a luchar esa batalla, en vez de asumir el riesgo de perderla. Teme mucho que su primer obra defraude sus expectativas, y que después no tenga tiempo de escribir algo mejor. Así que prefiere no hacer nada.
De vez en cuando reúne algunos fragmentos de sí, dispersos en papelitos que llena de anotaciones azarosas. Entonces es como si se mirara desnudo en los pedazos de un espejo roto. No sé que es lo que siente, pero me consta que, aunque después los esconda con premura, continuamente busca entre sus papeles sueltos algunas notas que le sirvan para construir otro reflejo de sí.
Tal vez un día encuentre uno con el suficiente valor para escribir su libro. Ojalá que le de tiempo de hallarlo.
miércoles, 15 de julio de 2009
Razones para huir, aunque sea por un momento
Un gato ambiciona tenerlo todo: Una casa grande donde pueda dormir sin ser molestado, que incluya personas que le den de comer delicioso y lo mimen siempre que él quiera. Una vez que ha reunido lo anterior puede empezar a medir el tiempo que tardará en aburrirse.
A menudo un gato se escapa no porque extrañe estar con otros gatos (o gatas), sino porque siente la necesidad primaria de cazar algún animalejo. No para comer, ni (como algunos dicen) para satisfacer el instinto de matar. Simplemente para constatar que sigue siendo capaz de hacer algo por sí mismo.
Además, quién puede soportar la rutina, por más "feliz" que sea. ¿Para qué sirve la perfección, si no para introducir un poco de caos y disfrutar de lo imprevisible?
A menudo un gato se escapa no porque extrañe estar con otros gatos (o gatas), sino porque siente la necesidad primaria de cazar algún animalejo. No para comer, ni (como algunos dicen) para satisfacer el instinto de matar. Simplemente para constatar que sigue siendo capaz de hacer algo por sí mismo.
Además, quién puede soportar la rutina, por más "feliz" que sea. ¿Para qué sirve la perfección, si no para introducir un poco de caos y disfrutar de lo imprevisible?
lunes, 13 de julio de 2009
Cumpleaños gatuno
¿Qué significa para un gato cumplir años?
Absolutamente nada. Los gatos no perdemos nuestro tiempo en esas tonterías. Como nadie se fija en qué fecha nacemos, no es posible saber con precisión nuestra edad, y no sentimos nada al respecto. Para nosotros no hay cumpleaños, sino vidas.
Las vidas son períodos definidos por la búsqueda de un objetivo. Éste varía de gato en gato, y es secreto (a menudo incluso para nosotros mismos). Al alcanzarlo, se termina una vida y comienza otra. La transición de una vida a otra, si necesariamente incluye la muerte física o no, es un misterio cuya discusión no cabe en esta entrada.
Es poco usual que un gato sepa cuántas vidas ha tenido. Quienes dicen recordar cuántas veces han nacido o muerto son tachados de locos y anormales. Locos, porque saber eso es prácticamente imposible; o lo que dicen es ficción premeditada, o se mienten a sí mismos. Anormales, porque el transcurso del tiempo, o cualquier asunto semejante, nos importa un bledo.
Debido a que la hipótesis de que somos inmortales es demasiado cruel para aceptarla [¿Ser perfectos amerita semejante castigo?], algunos tratan de establecer límites a nuestro número de vidas. Se dice que sólo tenemos siete, o nueve a lo mucho. En realidad, no sé bien de dónde salió esa cifra. Y tampoco me interesa mucho.
Absolutamente nada. Los gatos no perdemos nuestro tiempo en esas tonterías. Como nadie se fija en qué fecha nacemos, no es posible saber con precisión nuestra edad, y no sentimos nada al respecto. Para nosotros no hay cumpleaños, sino vidas.
Las vidas son períodos definidos por la búsqueda de un objetivo. Éste varía de gato en gato, y es secreto (a menudo incluso para nosotros mismos). Al alcanzarlo, se termina una vida y comienza otra. La transición de una vida a otra, si necesariamente incluye la muerte física o no, es un misterio cuya discusión no cabe en esta entrada.
Es poco usual que un gato sepa cuántas vidas ha tenido. Quienes dicen recordar cuántas veces han nacido o muerto son tachados de locos y anormales. Locos, porque saber eso es prácticamente imposible; o lo que dicen es ficción premeditada, o se mienten a sí mismos. Anormales, porque el transcurso del tiempo, o cualquier asunto semejante, nos importa un bledo.
Debido a que la hipótesis de que somos inmortales es demasiado cruel para aceptarla [¿Ser perfectos amerita semejante castigo?], algunos tratan de establecer límites a nuestro número de vidas. Se dice que sólo tenemos siete, o nueve a lo mucho. En realidad, no sé bien de dónde salió esa cifra. Y tampoco me interesa mucho.
miércoles, 8 de julio de 2009
Grados de tolerancia
No soy de los que despiertan a todo el vecindario con el escándalo de una pelea. Soy un gato pacífico porque las riñas me dan flojera. Sólo ha sucedido un par de veces que me he enojado realmente, desatando un torbellino de ira de tal magnitud, que termina siendo ridículo, y me avergüenza reconocer que soy capaz de eso. Nada detesto más que el drama, me estresa. Usualmente, cuando una serie de hechos incómodos se acumula de modo que ya no puedo tolerarlos, simplemente me voy.
Sin embargo últimamente había estado propenso a molestarme por pequeñeces. Mi coraje incrementaba al constatar el hecho de que cosas que antes no me importaban de pronto podían irritarme. Algo había quebrantado mi tolerancia basada en la absoluta indiferencia, y eso me resultaba inaceptable.
Tan enojado llegué a estar conmigo mismo por eso, que sentí ganas de rasguñarme y morderme hasta arracarme todo el pelaje. En eso estaba pensando, cuando accidentalmente me cayó encima, literalmente, un balde con agua fría (recuérdese que, como casi todo gato, detesto mojarme más de lo imprescindible). Cuando creí que me volvería loco y me suicidaría tantas veces como vidas me quedaran, vino a mi mente una palabra, que fue como una revelación: Equlibrio.
Pensé en el equilibrio mental, en mi vieja capacidad para no dejar que cualquier cosa me enoje, e incluso ignorar aquello que me lastima.
Respiré profundamente mientras me levantaba del gran charco de agua, pensando "Equilibrio". Descubrí que estaba bien. El agua fría me refrescó bastante, ahora que por circunstancias que no voy a explicar estoy en una zona tropical muy calurosa.
Puedo suponer tranquilamente que toda la racha de mal humor no era más que una reacción ante el calor. No me importa si en realidad no es así, es sólo un pretexto para no asumir la responsabilidad (como hago siempre) de mi anterior irritabilidad. ¿Y qué importa eso, si me ayuda a recuperar el control?
Sin embargo últimamente había estado propenso a molestarme por pequeñeces. Mi coraje incrementaba al constatar el hecho de que cosas que antes no me importaban de pronto podían irritarme. Algo había quebrantado mi tolerancia basada en la absoluta indiferencia, y eso me resultaba inaceptable.
Tan enojado llegué a estar conmigo mismo por eso, que sentí ganas de rasguñarme y morderme hasta arracarme todo el pelaje. En eso estaba pensando, cuando accidentalmente me cayó encima, literalmente, un balde con agua fría (recuérdese que, como casi todo gato, detesto mojarme más de lo imprescindible). Cuando creí que me volvería loco y me suicidaría tantas veces como vidas me quedaran, vino a mi mente una palabra, que fue como una revelación: Equlibrio.
Pensé en el equilibrio mental, en mi vieja capacidad para no dejar que cualquier cosa me enoje, e incluso ignorar aquello que me lastima.
Respiré profundamente mientras me levantaba del gran charco de agua, pensando "Equilibrio". Descubrí que estaba bien. El agua fría me refrescó bastante, ahora que por circunstancias que no voy a explicar estoy en una zona tropical muy calurosa.
Puedo suponer tranquilamente que toda la racha de mal humor no era más que una reacción ante el calor. No me importa si en realidad no es así, es sólo un pretexto para no asumir la responsabilidad (como hago siempre) de mi anterior irritabilidad. ¿Y qué importa eso, si me ayuda a recuperar el control?
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