Son tres los que golpean al hombre al que le acaban de arrebatar la cartera, porque trata de defenderse. Karina no lo ve: está concentrada contando el dinero: mil, dos mil, tres mil, cuatro mil, cinco mil...
El sonido seco de un golpe la distrae: de alguna manera el hombre logró escapar de sus golpeadores, que ahora lo persiguen. Ella se esconde el fajo de billetes bajo la axila y corre para alcanzarlos. Resuenan las pisadas sobre el pavimento húmedo por la llovizna. En la avenida, larguísima, solo están ellos. El que huye la siente infinita. Jadea. Los perseguidores se le acercan cada vez más. Karina saca la pistola.
Uno de los hombres lo alcanza y derriba. Los otros dos le caen encima a golpes. Luego lo levantan. El hombre no tiene fuerzas para sentir miedo cuando ve que Karina le apunta a la cabeza. Suena un disparo. Los hombres dejan caer de espaldas a Miguel, quien al estrellarse contra con el piso se pulveriza como una estatua de yeso, y deja al descubierto una varilla metálica.
jueves, 12 de abril de 2012
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miaus