Voy a descubrir tu nombre oculto, desconocido. Lo voy a pronunciar con la voz más gutural que salga de mis entrañas: entonces vas a estremecerte y te venceré, porque serás mía. Me pertenecerás en un maullido, querida.
Será como tomarte la medida y atarla a mi cintura, como hacían antes las abuelas/brujas, cuando eran señoras de los montes y las selvas y volaban (vuelan) sobre las estrellas de la madrugada.
Yo no te atormentaré como ellas (aunque puedo hacerlo, pues también tengo garras). A la muñeca de barro que de ti hice no será necesario amarrarle uno de tus largos y oscuros cabellos: bastará colgarle el sonido del nombre tuyo, que hasta tú ignoras, para que te quedes aquí conmigo.
No es culpa mía, corazón. Fuiste tú quien lo empezó todo. Es como si en mí enterraras algo cada vez que me siembras la piel con tu tacto. Lo que me dejas son recuerdos, pedacitos sueltos del alma tuya que, a fuerza de juntarlos, me revelarán tu nombre secreto. Tu nombre del sol, de estrella; el sonido que nombra el firmamento oculto en tu pecho.
Voy adivinándolo. Voy imaginándolo. Voy... Cuídate porque ahí voy.
miércoles, 23 de noviembre de 2011
lunes, 21 de noviembre de 2011
Vamos a hacer un trato
Sí, tus dedos son hábiles para enredarle caricias a mi pelaje, pero no aguantaré el hambre todos los días hasta que me des de comer. Me gusta oírte canturrear cuando te bañas, pero me rehusaré a acudir si me llamas por un nombre ridículo.
Soy libre, ámame así.
Deja abierta la ventana. Si escapo por varios días, ten fe: tal vez regrese.
Los juguetes son un buen incentivo, las latas de atún, también.
El jazz nocturno. El vino en la cava.
La gracia está en que no me atosigues, no me exijas. No me esperes en las noches siquiera...
Mejor sal a cazar historias tú también. Yo sé que lo haces con frecuencia. Así, tal vez regresemos juntos de la juerga y cuando te mire ebrio de piel de mujeres, la camisa embarrada de besos secretos, sabré que vivo contigo porque eres igual a mí, y podré dormir tranquilo, amparado por el compás de los tangos y danzones que marca tu corazón.
Soy libre, ámame así.
Deja abierta la ventana. Si escapo por varios días, ten fe: tal vez regrese.
Los juguetes son un buen incentivo, las latas de atún, también.
El jazz nocturno. El vino en la cava.
La gracia está en que no me atosigues, no me exijas. No me esperes en las noches siquiera...
Mejor sal a cazar historias tú también. Yo sé que lo haces con frecuencia. Así, tal vez regresemos juntos de la juerga y cuando te mire ebrio de piel de mujeres, la camisa embarrada de besos secretos, sabré que vivo contigo porque eres igual a mí, y podré dormir tranquilo, amparado por el compás de los tangos y danzones que marca tu corazón.
viernes, 18 de noviembre de 2011
El derrumbe
Apenas agito la cola esta tarde nublada, casi fría. Pero bajo mi piel, algo sucede.
Las palabras que escuché de cachorro, las primeras caricias que modelaron mi ego, los fragmentos externos que he tomado para construirme: todo se derrumba. Todo cae hacia adentro, al profundo abismo de mí.
La demolición es un caos, pero afuera apenas llega el eco de lo que parece un ronrroneo tranquilo. Acá adentro, sin embargo, mis murciélagos ya no saben a dónde mudarse: todo se cae, todo muta, todo se mueve... y ellos están ciegos.
No me duele. Es natural. Incluso, ahora lo disfruto. Es remover las costras que me dejaron por dentro las cicatrices que por fuera son visibles. Después podré poner ahí otras cosas: algunas luces, un par de estrellas.
Por lo pronto en este temblor se desprende un iceberg lejano, enclavado tan profundo que ya ni lo recordaba. Se derretirá, espero, o explotaré y me atravesarán sus fragmentos como astillas.
La tarde está muy linda. El clima está tan bueno que no vale la pena preocuparme por eso.
Las palabras que escuché de cachorro, las primeras caricias que modelaron mi ego, los fragmentos externos que he tomado para construirme: todo se derrumba. Todo cae hacia adentro, al profundo abismo de mí.
La demolición es un caos, pero afuera apenas llega el eco de lo que parece un ronrroneo tranquilo. Acá adentro, sin embargo, mis murciélagos ya no saben a dónde mudarse: todo se cae, todo muta, todo se mueve... y ellos están ciegos.
No me duele. Es natural. Incluso, ahora lo disfruto. Es remover las costras que me dejaron por dentro las cicatrices que por fuera son visibles. Después podré poner ahí otras cosas: algunas luces, un par de estrellas.
Por lo pronto en este temblor se desprende un iceberg lejano, enclavado tan profundo que ya ni lo recordaba. Se derretirá, espero, o explotaré y me atravesarán sus fragmentos como astillas.
La tarde está muy linda. El clima está tan bueno que no vale la pena preocuparme por eso.
martes, 15 de noviembre de 2011
Mientras te miro entrar a casa bajo la lluvia
Bueno, sí. Correré bajo tu resguardo sólo porque (aunque me humille al decirlo) tengo hambre.
Pero no esperes que me quede encerrado en casa, no me pidas que respete a los vecinos, no trates de acariciarme mientras duermo soñando con otras manos que no son las tuyas.
Sé que está de más. Que esa clase de obediencia ya te la dan los pajarillos que amas y que de mí no esperas nada, o casi nada. Sabes bien que yo sólo estaré para vigilarte, furtivo, cuando escribes en las noches. Para mirarte beber ciertos días y acercarme a ti entonces porque, cuando estás ebrio y solo, me parece que nos complementamos mejor. Tu sombra larga junto a la mía, sin otra cosa entre nosotros que el silencio.
Esa es la única clase de pacto que te puedo ofrecer: no amor, no compañía incondicional, tan sólo que nuestras presencias se conjuguen en los momentos más oscuros de los dos. Inventarnos luces entre ambos, para poder volver con más ímpetu a nuestros mutuos egoísmos.
Porque en eso eres tan gato como yo.
Pero no esperes que me quede encerrado en casa, no me pidas que respete a los vecinos, no trates de acariciarme mientras duermo soñando con otras manos que no son las tuyas.
Sé que está de más. Que esa clase de obediencia ya te la dan los pajarillos que amas y que de mí no esperas nada, o casi nada. Sabes bien que yo sólo estaré para vigilarte, furtivo, cuando escribes en las noches. Para mirarte beber ciertos días y acercarme a ti entonces porque, cuando estás ebrio y solo, me parece que nos complementamos mejor. Tu sombra larga junto a la mía, sin otra cosa entre nosotros que el silencio.
Esa es la única clase de pacto que te puedo ofrecer: no amor, no compañía incondicional, tan sólo que nuestras presencias se conjuguen en los momentos más oscuros de los dos. Inventarnos luces entre ambos, para poder volver con más ímpetu a nuestros mutuos egoísmos.
Porque en eso eres tan gato como yo.
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Bola de pelo
De tanto lamer la vanidad de mi cuerpo perfecto, tengo el estómago lleno de ideas falsas. Me da asco sentirlas pasar por mi garganta, cierto, pero no puedo evitar vomitarlas. Sólo así podré continuar acicalando mi ego con el amor y cuidado que merezco.
Ya no te hagas, que tú también lo haces.
Ya no te hagas, que tú también lo haces.
domingo, 6 de noviembre de 2011
Reflejo en la ventana rota
Quiero ver morir la tarde echado en tu regazo. Jugar con los aros de espeso humo que salen de tu boca.
Crear y destruir mundos absurdos mientras te sigo los pasos desde las azoteas. Cansarme de perseguirte. Huir.
Regresar a que me acaricies como si no hubiera sido yo quien te hirió los dedos de las manos clavándote los dientes. Hacerte creer, otra vez, que me quedaré en casa cuando salgas y cierres la puerta. Como si no fuera a escaparme por el resquicio de la ventana, para fugarme feliz y libre a mis otras vidas, tan sólo para buscarte en ellas.
Crear y destruir mundos absurdos mientras te sigo los pasos desde las azoteas. Cansarme de perseguirte. Huir.
Regresar a que me acaricies como si no hubiera sido yo quien te hirió los dedos de las manos clavándote los dientes. Hacerte creer, otra vez, que me quedaré en casa cuando salgas y cierres la puerta. Como si no fuera a escaparme por el resquicio de la ventana, para fugarme feliz y libre a mis otras vidas, tan sólo para buscarte en ellas.
martes, 1 de noviembre de 2011
De niños y muertos
Una mujer dio a luz a su primer hijo. Era la esposa de un campesino que labraba la tierra. Aunque eran muy pobres y sólo poseían una hamaca para dormir cuando se casaron, gracias a su trabajo pocos meses después ya habían comprado una casita de adobe.
Para mudarse debían atravesar un río y llevar en un cayuco o canoa todas sus pertenencias. No eran muchas, pero no podían llevarlo todo y hacerse cargo del niño. Por eso la mujer se lo encargó a su cuñada.
La hermana de su esposo era pobre también, tenía diez hijos, todos pequeños. Lavaba, bordaba, planchaba; ningún trabajo era poca cosa para darle de comer a su familia.
En el trajín del diario se descuidó y el bebé escapó hacia el río. Había visto a sus padres alejarse hacia el horizonte hasta desaparecer, por eso los persiguió llorando a gatas. De regreso lo encontraron flotando en el agua, ahogado.
La mujer le lloró durante tanto tiempo, que la Virgen se le apareció en un sueño para devolverle a su hijo. Ella se consoló pensando que al fin lo tendría de regreso. Pero cuando lo tuvo en su regazo y lo abrazó, el bebé apestaba a muerto.
La mujer despertó aterrada, pero halló al fin resignación. Tuvo muchos más hijos. Aunque no todos sobrevivieron, los que sí procuraron hacerla feliz hasta que murió de vieja.
[Yo no quiero que se mueran contigo las historias que me contaste. Por eso pongo ésta aquí. Disculpa lo pobre de mi ofrenda]
Para mudarse debían atravesar un río y llevar en un cayuco o canoa todas sus pertenencias. No eran muchas, pero no podían llevarlo todo y hacerse cargo del niño. Por eso la mujer se lo encargó a su cuñada.
La hermana de su esposo era pobre también, tenía diez hijos, todos pequeños. Lavaba, bordaba, planchaba; ningún trabajo era poca cosa para darle de comer a su familia.
En el trajín del diario se descuidó y el bebé escapó hacia el río. Había visto a sus padres alejarse hacia el horizonte hasta desaparecer, por eso los persiguió llorando a gatas. De regreso lo encontraron flotando en el agua, ahogado.
La mujer le lloró durante tanto tiempo, que la Virgen se le apareció en un sueño para devolverle a su hijo. Ella se consoló pensando que al fin lo tendría de regreso. Pero cuando lo tuvo en su regazo y lo abrazó, el bebé apestaba a muerto.
La mujer despertó aterrada, pero halló al fin resignación. Tuvo muchos más hijos. Aunque no todos sobrevivieron, los que sí procuraron hacerla feliz hasta que murió de vieja.
[Yo no quiero que se mueran contigo las historias que me contaste. Por eso pongo ésta aquí. Disculpa lo pobre de mi ofrenda]
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