sábado, 5 de junio de 2010

No me olvido de ti

Regresaré a que tus manos me acaricien, me alimenten, me den paz. A veces busco unas extraordinarias, pero olvido que están las tuyas ahí: que siempre están ahí para mí. Y olvido que en su humilde y modesta forma, son extraordinarias.
Tú, que me esperas con ansias. Que crees en mí. Tú que de lejos piensas en mí, rezas por mí, tú que me quieres... no te daré la espalda. Volveré, como siempre lo hago. Estaré contigo unos días, dejaré que me quieras... y me dejaré quererte.
Pero también me iré. Porque no puedo quedarme. Pero sé que en esta vida de nómada que he elegido, en este camino de idas y vueltas que debo seguir, nunca has dejado de estar tú. Ni dejarás de estarlo.
Sólo tengo que recordarlo más a menudo.
Trataré de entenderte, y de que me entiendas. Aunque sea difícil a veces.
Empecinado como estoy en seguir mi camino, no me detendré. Quizá no lo sepas, o ni yo mismo me de cuenta, pero buena parte de mi impulso eres tú. Tú y tu resignación. Tu espera. Cuando te sientas todas las tardes en la mecedora del patio, y piensas en mí.
Ese regazo al que sé que puedo acudir. Al que tengo que acudir de vez en cuando. Al que me he prometido volver, para seguir adelante, con la promesa de que un día, espero que pronto, pueda llegar con un regalo digno de ti.
Algo de la paz y el cariño que me das. A pesar de las diferencias, la incomprensión, el silencio y la distancia.
Voy a encontrarlo, ya verás. Estoy trabajando en eso. Sólo espérame el tiempo suficiente.
Porque así como me necesitas, te necesito yo a ti.

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