Aunque tuviera la oportunidad de avisarte antes de irme, no lo haría. Creo que me faltaría valor. No me gustaría decirte adiós.
Cuando me marcho de un lugar lo hago a veces sin querer, sin darme cuenta. Puede que ya no habite el mismo hogar en el que tan amablemente me has recibido, donde eres tan generoso conmigo, pero no termino de irme. En cierta forma sigo aquí, lo sabes.
Me adivinas detrás de las cortinas, o escondido bajo la silla. A veces, por la noche, casi podrías oírme ronrronear. Puede que efectivamente sea yo y no me de cuenta, que por algún secreto recurso mi voluntad me haya llevado hasta ti mientras estoy dormido. Porque aunque no puedo o no quiero confesarlo, te extraño.
No tengas miedo de mí si de pronto sientes mi mirada en la noche. Mis ojos resplandecen, pero no es de odio. Soy incapaz de odiar a nadie, no en serio. Y de entre todos al que menos podría odiar es a ti.
Si tuviera el valor, de todas formas no me despediría. Simplemente te diría cuánto te aprecio, cómo te agradezco todas tus atenciones, y después seguiría mi camino; andaría en línea recta, a sabiendas de que probalmente te vuelva a encontrar un día por la calle, y sabré de ti sin que tú sepas de mí.
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miaus