jueves, 14 de enero de 2010

Querer creer

No es fácil engañar a un gato: somos taimados, astutos, desconfiados. Cuesta mucho trabajo atraparnos, ganarse nuestra confianza. Hacer que un gato salte al regazo de alguien sin intención de molestarlo o de encontrar alimento es casi un milagro.
Pero a veces se pueden tener ganas de creer, de confiar. Pese a toda la evidencia que señala lo peligroso de esta actitud, a veces así sucede. Y aunque un gato casi nunca es engañado sin su consentimiento, no deja de sentirse traicionado cuando eso ocurre.
[Lo inexplicable es por qué, por qué sigue habiendo esa secreta necesidad de tener fe en los demás]

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