Independientemente de que sea dulce o amargo, el pasado no debe comerse en exceso; puede uno intoxicarse. Si bien es necesaria cierta dosis para saber quienes somos, si se empecina en aproximarse demasiado sólo hay una cosa que un gato puede hacer:
Repelerlo a zarpazos; no para matarlo, sino para hacer que tome la debida distancia. No conviene aniquilarlo, sólo hay que hacerle saber cuál es su lugar.
Soy un gato. Sí, el guapo de rayas grises que posa en la foto. Puse fecha de nacimiento porque se me ocurrió, pero no recuerdo cuándo nací.
Vivo en todas y ninguna parte, duermo casi siempre en azoteas, aunque a veces estoy en casas que elijo hurgando en la basura de sus propietarios. Mis favoritos son poetas mediocres, periodistas sintéticos, dibujantes e intelectuales pretenciosos. Me divierto haciéndoles creer que son mis dueños. Cuando me aburro, me voy.
Soy egoísta, paso gran parte del tiempo arreglándome el pelaje. No soy nada, sólo tengo vanidad.
Quiero contar cosas que a quienes me adoptaron les gustaría leer. Este blog lo hago pensando en ellos, porque no volveré a sus casas.
Contaré anécdotas, recuperaré conversaciones, y tal vez meta un poco de ficción en todo esto.
Pero nada más un poco. Yo soy un gato honesto.
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