lunes, 10 de septiembre de 2012

Habla el hijo

Mi madre es la tierra finita; mi padre, el cielo sin fin. Yo soy un poco como los dos, un poco como los héroes griegos: mitad dios, mitad mortal.
Mi carne morirá y se pudrirá, pero mi espíritu y mis imaginarios permanecerán de alguna forma. Hay en mí tanto de sustancia efímera como indestructible.
Puedo morir en cualquier momento, incluso ahora mismo. Pero también en este instante puedo trascenderme al imaginar, al soñar.
Padezco la extraña gloria y esclavitud de sentir, de desear. No puedo liberarme de las cadenas del ser, sin dejar de ser.
Por ahora, camino sobre el pecho abierto de mi madre, sigo pegado a su ombligo de agua y miel. Pero un día iré con mi padre, que me recibirá solo cuando no tenga ojos y no pueda cegarme.
Entonces, como ahora, no tendré miedo, de cualquier forma no queda otra opción que asentir al infinito.

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