Iban los viajeros volando, ilusionados con encontrarse a sí mismos en la orilla del paisaje. Querían llegar a la cima nevada del pico que se erguía sobre el horizonte. Sentían vértigo y nervios al acercarse con el viento rugiendo entre sus caras, alborotándoles el cabello y las emociones.
De pronto se estrellaron contra la barrera maciza de lo imprevisible: indiferencia dura, como el concreto; hierros retorcidos, como el egoísmo. No se escucharon sus gritos, ni el crepitar de las llamas. La explosión sólo añadió un par de luces anaranjadas y rojas al ya de por sí colorido atardecer.
[Este es un adiós al amigo que fuiste. Gracias por echarlo todo a perder]
sábado, 22 de octubre de 2011
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miaus