miércoles, 5 de mayo de 2010

Cuando hace calor

Estoy todo el día echado en la sombra, bajo cualquier automóvil.
Veo pies. Zapatos. Patas. Veo carros y llantas. Veo las tripas de metal, sucias y grasosas de los autos. Veo piernas. Veo asfalto caliente.
Y no, no me atrevo a moverme, porque hace demasiado calor. Entrecierro los ojos y muevo la cola como para ahuyentar este instante, como para llamar a la noche y alejarme de esto. Para ir detrás de las cosas dignas de llamar mi atención, las que no están en esta cotidianidad absurda. Más absurda por calurosa.
Entonces me duermo. Ya no estoy. Ya no veo. Sólo escucho. No vaya a venir un perro a fastidiar. No vayan a arrancar el motor y aplastarme la cola, las patas o la cabeza.
Pero... qué flojera me da todo esto.

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