sábado, 8 de agosto de 2009

Lucecitas

Vamos al doble de la velocidad permitida en esta carretera, gruesas gotas de lluvia se estrellan contra el parabrisas, los rayos caen a nuestro al rededor. Por momentos puede verse el color verde de las hojas en los árboles que el viento agita, en un cielo de un azul más claro que el de medio día. Pero después, en la oscuridad de la noche, la tormenta hace que esos mismos árboles parezcan gigantes deformes acechándonos, y el cielo es como la garganta de una fiera que quisiera devorarnos.
Nos perdemos. Te metes en un camino de tierra para dar la vuelta. Mientras lo haces me asomo. Miro por la ventana, descubro sobre el lodo una pequeña luz blanca que parpadea. Mientras observo con detalle su forma rectangular, veo que otra aparece un poco atrás. Son dos, cuatro, más; con asombro pregunto ¿Qué son esas lucecitas que parpadean en el suelo?
Te asustas. Aunque me preguntas cuáles lucecitas, tú no quieres ni voltear a verlas, y me pides que calle mientras terminas de dar la vuelta. Todo empieza cuando la niña ingenua empieza a hacer preguntas, me dices. Emprendemos el camino de regreso a la carretera.
Pienso que no sé qué son esas luces, los pasos de un ser extraño, las lágrimas de un fantasma, o los ojos de algún observador sobrenatural. Me arrepiento de no haberme bajado a tomar una entre mis manos para examinarla, pero sé que no sentí miedo cuando las vi. No sentí miedo entonces, ni ahora que ese papadeo luminoso aparece incrustado entre mis ojos cada vez que los cierro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

miaus