Al morir, su expresión se parecía a la de un toro que vio sacrificar en los lejanos años de su juventud: inmovilizado, maldecía con la mirada suplicante a sus matadores.
Ahora su nieto cocina a fuego lento con las manos el cuerpo de las muchachas que seduce con la misma facilidad con la que, de niño, su tío sacaba chapulines de sus hoyitos/casa en la tierra, atrayéndolos con una varita embarrada con un poco de saliva.
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miaus