viernes, 30 de diciembre de 2011

Los Lumbre

De niño, el señor Lumbre incendió una ardilla al intentar acariciarla. Por eso, cuando tuvo una hija, no le extrañó que achicharrara las hormigas con las que pretendía jugar. Hasta el final de sus días duró en su mirada el brillo del par de soles rojos que Dios sembró en sus ojos.
Al morir, su expresión se parecía a la de un toro que vio sacrificar en los lejanos años de su juventud: inmovilizado, maldecía con la mirada suplicante a sus matadores.
Ahora su nieto cocina a fuego lento con las manos el cuerpo de las muchachas que seduce con la misma facilidad con la que, de niño, su tío sacaba chapulines de sus hoyitos/casa en la tierra, atrayéndolos con una varita embarrada con un poco de saliva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

miaus