miércoles, 9 de diciembre de 2009

Había olvidado decirte...

que la noche no existe para mí. Los gatos podemos ver en la oscuridad, por más cerrada y asfixiante que parezca. [Porque siempre se cuela un débil haz de luz que en la ranura de nuestros ojos se refleja y amplifica]
Tal vez no debería decírtelo, pero por una facultad similar también puedo dentro de ti. Los miedos que tienes; tus deseos y sueños.
A veces, en mi azotea, he querido ser ciego. Porque cuando alzo la vista la luz de las estrellas se incrusta en mis ojos de una manera casi dolorosa. Porque no soporto mirar fijamente a los ojos de las personas; cuando no me provocan una pena insoportable, me asustan. Son demasiadas las cosas que puedo ver en su interior.
La verdad es que le tengo pánico a los espejos por eso; porque me aterra la posibilidad de verme. Podría quedar eternamente enamorado de mí, o terminar detestándome. Sé que no podría continuar indiferente a mí mismo, a lo que soy, a lo que siento/pienso/deseo/temo.

[Es por eso, sobre todo, que no puedo mirarte fijamente. Además de ver en el fondo de tus ojos lo que eres, en su superficie me reflejo yo. La visión simultánea de ambos universos me es insufrible. Es, por mucho, superior a mí]

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