domingo, 30 de agosto de 2009

Simone,

¿de verdad eres mía, o vienes del sueño de otro?
Puedo correr tras de ti sin cansarme nunca, mirarte fijamente y no sentir que se me queman los ojos. Creo que puedo alcanzarte...
Al cruzar la línea muero. Eres un sol falso.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Quiero, puedo, voy a ser

Mientras soñaba subí al metro; canté canciones, leí cuentos en voz alta, recité poemas. Reuní monedas suficientes para irte a ver e invitarte a tomar un café. Quería regar en tus ojos mi mirada, sembrar en tus oídos mi voz... sentir que ponía en ti algo mío para que echara raíces y pudiera tener al fin algo valioso que compartir contigo.
Desperté siendo no más que un pobre gato sin un solo peso; te vi con ese perro, a quien quieres por su fidelidad idiota, aunque no puede ofrecerte nada más que yo.
No te preocupes, me voy con mi sueño y mis ganas. Te lo vas a perder. No te daré nada porque no tiene caso. Yo quiero, puedo, voy a ser. Aunque no sea contigo.

viernes, 21 de agosto de 2009

Y qué tiene si...

de vez en cuando uno se deja ir, al grado en que ya no se reconoce la propia identidad. Es tan bueno perderse entre la nada...
Ahh, hacía mucho tiempo que no sentía esto
Y qué si algunas veces da miedo el futuro, o el presente tiene ganas de asfixiar; siempre quedo yo, desnudo, intentando cubrirme con los mitos que invento en momentos como ahora.
Ahora que en el tiempo hay un gran hueco, y sin embargo no cabes tú...
[Lamento decirlo pero es cierto, lo único que está es tu ausencia]
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Lo siento, no soy más que un gato en estado de ebriedad. No me pregunten como puede ser eso. Hay tantas cosas que no deberían poder ser, que esto es una nimiedad...

miércoles, 19 de agosto de 2009

Engendro de una pesadilla

Ella está embarazada, él la desprecia. El fruto de su rencor crece en su vientre. Va a parir, siente una terrible presión ahí. Tiene ganas de gritar y no puede. Está sola con la cosa que viene, que lucha por salir. Él no lo ha notado siquiera.
Alguien viene a ayudarla. La tira boca arriba en el piso, sobre la sábana sucia en la que duerme.
Ella lo siente venir, duele tanto que no tiene fuerzas para pujar, por más que quiere expulsarlo ya de su cuerpo. El dolor se vuelve aún más intenso porque ahora siente con toda claridad unas pezuñas atravesadas en su vagina.
El extraño introduce su mano, sujeta las pezuñas y jala con fuerza. La mujer siente que se desagarra.

La cosa que ha parido es un potro.

El pequeño caballo blanco se para sobre las cuatro patas que casi matan a su madre, cubierto de membranas. Alza la mirada, dice algo con una voz muy masculina. Su progenitora está tan impresionada que no le entiende. Como se desmaya, no alcanza a ver que el potro es muy inteligente y que antes de morir debido a su veloz crecimiento, mata a su padre a punta de patadas en la cara, como venganza por haberlo engendrado.
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[Así, o más raro]

domingo, 16 de agosto de 2009

Expulsar lo dañino

Al acicalarnos, los gatos nos tragamos los pelos que se desprenden de nuestra piel. No es agradable, pero es algo que no podemos evitar. Simplemente sucede. Algunos no tienen mayor problema con eso, pero otros sufren mucho cuando lo pelos se acumulan en el estómago.
Hay que expulsar la bola que se forma, lo cual es por lo menos incómodo. Doloroso, asqueroso... peor que vomitar. Pero es necesario hacerlo. Si algo nos caracteriza a los gatos -que nos distingue de los humanos- es que no importa cuán doloroso sea, nunca dejamos que las cosas que nos hacen daño se nos queden adentro.
[Por supuesto que eso también aplica a las relaciones personales, debes saberlo. Y si no, ya lo sabrás.]

lunes, 10 de agosto de 2009

interferencia again

La vida gira y da vértigo. Puede ser divertido, peligroso. Un juego para los arriesgados en el que siempre hay miedo. El porvenir inquieta, asusta, e ilusiona [a veces estás ahí, a veces no]. Sin embargo es necesario aprender a enfrentarlo, aunque el miedo ataque siempre, por todos lados.
El miedo a llegar tarde, a lo que puedan decir, a no saber qué comer. A no saber qué hacer, cómo comenzar o terminar [una cuartilla, un semestre, una llamada o lo que sea] El miedo a hablar, a quedarse callado. El miedo al dolor, a la tragedia, al olvido. El miedo al desamor. El miedo al miedo.

sábado, 8 de agosto de 2009

Lucecitas

Vamos al doble de la velocidad permitida en esta carretera, gruesas gotas de lluvia se estrellan contra el parabrisas, los rayos caen a nuestro al rededor. Por momentos puede verse el color verde de las hojas en los árboles que el viento agita, en un cielo de un azul más claro que el de medio día. Pero después, en la oscuridad de la noche, la tormenta hace que esos mismos árboles parezcan gigantes deformes acechándonos, y el cielo es como la garganta de una fiera que quisiera devorarnos.
Nos perdemos. Te metes en un camino de tierra para dar la vuelta. Mientras lo haces me asomo. Miro por la ventana, descubro sobre el lodo una pequeña luz blanca que parpadea. Mientras observo con detalle su forma rectangular, veo que otra aparece un poco atrás. Son dos, cuatro, más; con asombro pregunto ¿Qué son esas lucecitas que parpadean en el suelo?
Te asustas. Aunque me preguntas cuáles lucecitas, tú no quieres ni voltear a verlas, y me pides que calle mientras terminas de dar la vuelta. Todo empieza cuando la niña ingenua empieza a hacer preguntas, me dices. Emprendemos el camino de regreso a la carretera.
Pienso que no sé qué son esas luces, los pasos de un ser extraño, las lágrimas de un fantasma, o los ojos de algún observador sobrenatural. Me arrepiento de no haberme bajado a tomar una entre mis manos para examinarla, pero sé que no sentí miedo cuando las vi. No sentí miedo entonces, ni ahora que ese papadeo luminoso aparece incrustado entre mis ojos cada vez que los cierro.